Vacunación: ¿por qué se necesita una tercera dosis?

Imagen: Fernando Rocchia
El objetivo de la vacunación es proteger a una persona contra una enfermedad infecciosa administrándole, antes de que se contagie, “copias” o partes inofensivas del agente infeccioso (bacteria, virus, parásito…) para “entrenar” a su sistema inmunitario a combatir específicamente este patógeno y prevenir la aparición de la enfermedad.
Principio fundamental de la vacunación
Cuando un agente infeccioso entra en el organismo, va a invadir un órgano o sus células y multiplicarse dentro. Eso se llama “infección”. Cuando el huésped desarrolla síntomas tras una infección hablamos de “enfermedad”. La capacidad de un agente infeccioso de causarle daño al huésped se lama “patogenicidad”, y la “virulencia” se refiere al grado de patogenicidad que tiene este agente.
Una vez el agente infeccioso entra dentro del organismo, el sistema inmunitario va a reconocer sus “antígenos” (moléculas constitutivas de la superficie del patógeno, como las proteínas “Spike” del SARS-CoV-2, o producidas por él, como las toxinas) y desencadenar una sucesión de reacciones inmunitarias para neutralizarle. Estos antígenos también se llaman “inmunógenos” en el sentido en el que, una vez neutralizado el patógeno, el huésped alcanza la inmunidad contra él gracias a una particularidad estupenda del sistema inmunitario: su memoria. Por tanto, el sistema inmunitario podrá reaccionar más deprisa cuando vuelva a exponerse a este patógeno a fin de prevenir las manifestaciones patológicas.
Es de esta memoria inmunitaria de la que se aprovecha el principio de la vacunación, ya que las vacunas imitan a los antígenos de los agentes infecciosos e inducen las mismas defensas inmunitarias protectoras que la infección natural.
La respuesta inmunitaria
Ya sea por culpa de una infección natural o por vacunación, la respuesta inmunitaria es la misma e implica dos líneas de defensas complementarias: los anticuerpos y la inmunidad celular.
Los anticuerpos – o inmunoglobulinas (IgG, IgM, etc.) – se fijan de manera específica a los antígenos para impedir que los patógenos penetren en las células, así como también pueden activar células como los macrófagos, que están especializados en la destrucción de los patógenos extracelulares.
La inmunidad celular por su parte implica varios tipos de células (macrófagos, linfocitos B, TCD4 y TCD8), cuya activación por los antígenos o los complejos inmunes “anticuerpos-antígenos”, conduce a la destrucción de los patógenos y/o las células infectadas.
¿Por qué es necesaria una dosis de recuerdo?
Cuando una persona se contagia o se vacuna por primera vez, la respuesta inmunitaria primaria puede tomar varios días o semanas en desarrollarse, pero gracias a la memoria inmunitaria, las células implicadas (linfocitos B y T) conservan un recuerdo de su interacción con el patógeno, y en caso de un contacto posterior, sólo hará falta unas horas para desencadenar un arsenal inmunitario eficaz y potente. Es la respuesta secundaria.
N.B.: A veces después de una vacuna puede ocurrir una “reacción” con una fiebre leve o dolores. Estas reacciones son manifestaciones de la activación de la respuesta inmunitaria, no de la enfermedad debida al patógeno.
El único problema de la memoria inmunitaria es que no es eterna y las células encargadas del recuerdo inmune desaparecen poco a poco. De tal forma que para reactivar la memoria y garantizar la efectividad de la respuesta inmunitaria se necesitará al menos una segunda exposición al antígeno. Además, durante esta segunda exposición la respuesta inmunitaria será mucho más fuerte y específica y garantizará una memoria más sostenible.
Hay varias maneras de reactivar la memoria: una exposición nueva al patógeno natural, la exposición a antígenos que imitan el patógeno o a una dosis de recuerdo de la vacuna dentro de un intervalo adecuado (ni demasiado temprano, para que los anticuerpos todavía presentes en gran cantidad después de la primera vacuna no neutralicen la dosis de recuerdo, ni tampoco demasiado tarde, para no volver a un estado naive de “primera exposición”).
Un poco de vocabulario:
- Primovacunación o pauta vacunal inicial: es la pauta vacunal necesaria (una dosis o más) para considerar una persona no vacunada antes, inmunizada en un momento determinado.
- Dosis de recuerdo/dosis de refuerzo/ booster: es la repetición de la administración de una vacuna para mantener un buen nivel de protección.
¿Tercera dosis, dosis de recuerdo, pauta completa?: El caso particular del COVID-19
El agente infeccioso del COVID-19 es el SARS-CoV-2, un virus que pertenece a la familia de los coronavirus. La patogenicidad del SARS-CoV-2 viene de un antígeno en particular: la proteína Spike (o proteína S), una proteína constituyente de su superficie que le da un aspecto de “corona”, de ahí el nombre de “coronavirus”. Uniéndose específicamente a los receptores ACE2, presentes en las células de muchos órganos, como los pulmones, el intestino, el corazón y los riñones, la proteína Spike es la “llave” para que el SARS-CoV-2 entre en las células.
Memoria inmunitaria y vacuna
Desde hace poco menos de un año, se han desarrollado varias vacunas para permitirnos luchar contra la COVID-19. Ya sea vacunas de ARNm o de vector viral, son vacunas de nueva generación que, en vez de inocular directamente el antígeno al organismo, le inoculan las “instrucciones” para fabricar mediante la maquinaria celular la proteína S, y así entrenar al organismo a reconocer dicha proteína y a defenderse contra el virus.
En función de la vacuna utilizada, la primovacunación será completa con una sola dosis (vacuna Janssen) o con dos dosis (Comirnaty, Spikevax o Vaxzevria) administradas a intervalo adecuado. Pero sea cual sea la vacuna utilizada, la tasa de anticuerpos específicos de la Covid y la memoria inmunitaria irán disminuyendo a lo largo del tiempo, y se necesitará una dosis de recuerdo, la famosa “tercera dosis”.
Pfizer | Moderna | AstraZeneca | Janssen | |
Tecnología | ARNm | ARNm | Vector viral | Vector viral |
Pauta inicial completa | 2 dosis | 2 dosis | 2 dosis | 1 dosis |
Intervalo entre las dosis | 21 días | 28 días | 4 a 12 semanas | – |
La memoria inmunitaria depende del agente infeccioso. Por ejemplo, en caso del tétanos, la memoria inmunitaria dura 20-25 años, en caso de los coronavirus responsables de los resfriados, los HCoV, esta memoria inmunitaria dura unos 12 meses, y en caso del SARS-CoV-2 los estudios más recientes han mostrado que esta memoria inmunitaria dura entre 5 y 11 meses, con lo cual se recomienda administrar la tercera dosis a partir de 5 meses después de la primovacunación.
¿PUEDO CONTAGIARME DE LA COVID ESTANDO VACUNAD@?
Por desgracia, aún con una pauta de vacuna completa, en algunos casos se puede contagiar de la Covid.
Lo que permite la vacuna es desarrollar una respuesta inmunitaria muy eficaz en un plazo muy corto. Pero en caso de enfermedades fulgurantes como la Covid, a veces la respuesta inmunitaria tarda más en desarrollarse que la enfermedad y aparecen síntomas. Además esto es una lotería: no se puede saber con antelación quién va a desarrollar la enfermedad y quién no.
Pero afortunadamente, la rapidez de la respuesta inmunitaria permite al menos evitar las formas graves de la enfermedad y si alguna vez se desarrollan síntomas, son leves.
El problema de las variantes
El otro problema que presenta el SARS-CoV-2 es que, al igual que otros miembros de su familia, tiene una capacidad de mutación muy rápida para escapar a los sistemas de defensa inmunitaria. Estas mutaciones ocurren cuando el virus tiene la oportunidad de replicarse, es decir, cuando la respuesta inmunitaria no es suficiente para neutralizar rápidamente el virus; en otros términos cuando el organismo es naive (es decir que nunca ha sido expuesto al virus o a la vacuna) o cuando la pauta de vacuna no es completa.
Lo preocupante es que, en el mejor de los casos el virus puede mutar hasta desaparecer (como fue el caso para el SARS-CoV-1) o al contrario mutar para dar variantes cada vez más peligrosas. Desde el comienzo de la pandemia, ya hemos tenido que hacer frente a tres variantes preocupantes (más peligrosas que las otras variantes): la Alpha, la Delta y ahora la Ómicron. El inconveniente es que a lo largo de estas mutaciones, las variantes se alejan cada vez más de la cepa original en la que se basan las vacunas, con el riesgo de ver dichas vacunas volverse obsoletas.
Lo positivo, es que ahora que tenemos la tecnología de la vacuna, será más fácil adaptarla a las nuevas variantes. Pero aun así, en el caso del Ómicron, habrá que esperar hasta el próximo verano para tener vacunas adaptadas, con el riesgo de ver surgir otras variantes preocupantes mientras tanto
¿POR QUÉ VACUNAR A LOS NIÑOS?
Al igual que la vacunación de los adultos, la vacunación de los niños permite evitar las formas graves de la enfermedad. Aun si los niños desarrollan poco o ningún síntomas, también pueden desarrollar formas graves de la Covid, y en los casos observados el 80% no tenía comorbilidad.
La otra razón es que, aún si a la luz de los distintos modelos disponibles no se espera que la vacunación de los niños tenga un gran impacto en la ola actual, podría potencialmente reducir el impacto de las olas posteriores reduciendo la circulación del virus en la población general. Obviamente esta posibilidad dependerá de la eficacia que tendrán las vacunas en la variante Ómicron y de la adhesión de los padres a la campaña de vacunación de los niños.
De hecho, es fundamental entender que la vacunación no sólo es una cuestión individual de asumir o no el riesgo de tener una forma grave de la COVID, sino que es nuestra única oportunidad de acabar con la pandemia y es una carrera contrarreloj: tardar en vacunar toda la población mundial da al virus la oportunidad de mutar y de crear variantes preocupantes. Y mientras haya variantes, tendremos que hacer frente a nuevas olas, adaptar las vacunas y recibir otras dosis.
Referencias:
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