Usos terapéuticos potenciales del cannabis

Archibald Cochrane, uno de los padres más influyentes de la metodología médica moderna, publicó en 1971 un libro1 que criticaba fuertemente la falta de evidencia confiable detrás de muchas de las intervenciones de salud comúnmente aceptadas. Sus críticas estimularon evaluaciones rigurosas de las intervenciones sanitarias y resaltaron la necesidad de evidencia en la medicina. Su llamado para una colección de revisiones sistemáticas condujo a la creación de la Colaboración Cochrane2.
Desde luego no es ningún secreto que los planteamientos de Cochrane se sustentan en identificar mediante métodos objetivos aquellas intervenciones médicas más coste-efectivas; es decir, aquellas cuyo impacto en términos y variables medibles de salud superen los costes derivados de la intervención propiamente dicha y de los siempre inevitables efectos adversos asociados; y honestamente, creemos que, más allá de toda duda razonable, el uso terapéutico de los cannabinoides en determinadas condiciones representaría una contribución significativa a la extensión de las prácticas clínicas basadas en la evidencia científica (MBE).
En efecto, es de dominio común –esta práctica aparece incluso en ciertas series de televisión- la prescripción médica no regulada de marihuana por oncólogos al objeto de aliviar ciertos síntomas a sus pacientes, tanto asociados a la enfermedad propiamente dicha (dolor, etc.) y/o a los efectos secundarios de la quimioterapia (anorexia, anosmia, etc.) que, como mínimo, menoscaban de forma evidente su calidad de vida. Por ende, según todos los indicios, parece que estas prácticas clínicas van en aumento porque responden a una demanda objetiva no cubierta y se realizan con escasos conocimientos acerca de las dosis más adecuadas para cada patología y situación clínica de los pacientes y por vías terapéuticas poco adecuadas como es la típica y extendida inhalación pulmonar, a veces incluso mezclada con tabaco.
En este contexto es evidente que un mejor conocimiento de efectos específicos de los distintos alcaloides, dosis idóneas, e indicaciones debería proporcionar a clínicos y pacientes un arsenal terapéutico de baja toxicidad orientado, como mínimo, a mejorar su calidad de vida mediante un simple consentimiento informado a un coste económico asumible.
Así, son sobradamente conocidos muchos efectos potencialmente terapéuticos como son: el efecto euforizante y sedante según la dosis y variedad, su actividad antiespàstica (Sativex©), anticonvulsionante (actualmente en estudio) y sus efectos analgésicos. Asimismo, se dispone de base empírica suficiente respecto a su efecto hipotérmico y antiemético, muy útil en pacientes oncológicos tratados con fármacos citostáticos con el fin de reducir las náuseas y vómitos inducidos por el tratamiento quimioterapéutico y que también parece estimular el apetito, otro efecto también útil en pacientes oncológicos tratados tanto con quimioterapia tradicional como con anticuerpos monoclonales. Y hasta es posible que posea cierto efecto afrodisíaco.
Pero es que además posee un grado de tolerancia aceptable en comparación con otras drogas psicoativas si se consume a diario a dosis bajas, un excelente índice terapéutico (relación entre dosis efectiva y dosis letal o tóxica), ya que presenta una DL50 (dosis letal 50) extraordinariamente elevada que la diferencia de todas las sustancias psicoactivas, un nivel de dependencia física casi inexistente y sicológica tan baja que su supresión brusca en consumidores crónicos no precipita una sintomatología de abstinencia característica o análoga a la que se presenta con la heroína o el alcohol; y se sabe también que sus interacciones con otras drogas psicoactivas (opiáceos, barbitúricos, algunos anestésicos y el alcohol) y otros fármacos son perfectamente manejables bajo control clínico.
Simétricamente, es cierto que en relación a la cannabis se conocen numerosos efectos adversos que, sin duda, cuestionan razonablemente su utilización lúdico-recreativa discrecional. Entre ellos, cabe destacar: trastornos en la memoria inmediata, la disminución de la capacidad de realización de determinadas funciones (aprendizaje, la coordinación motora perceptual, etc.); asimismo es incompatible con la conducción de automóviles y, sobre todo, produce alteraciones carcinogénicas asociadas al consumo crónico a largo plazo por vía pulmonar.
En cualquier caso, a nuestro entender queda fuera de toda duda que el uso de canabinoides en situaciones clínicas concretas no siempre paliativas bajo control médico permitirían reducir de forma significativa e incluso evitar en ciertos casos el sufrimiento humano innecesario.
REFERENCIAS:
- Cochrane AL. Effectiveness and Efficiency: Random Reflections on Health Services. London: Nuffield Provincial Hospitals Trust; 1972.
- Stavrou e al. Archibald Cochrane (1909–1988): the father of evidence-based medicine. Interact Cardiovasc Thorac Surg. 2014 Jan; 18(1): 121–124. Published online 2013 Oct 18. doi: 1093/icvts/ivt451. PMCID: PMC3867052.