¿Qué base científica sustenta a la llamada medicina alternativa?

En primer lugar conviene diferenciar dos términos que, aun siendo muy diferentes, con frecuencia se emplean indistintamente:
- “Complementaria o integrativa” se refiere en general al uso de un método de medicina no convencional junto con la medicina convencional.
- “Alternativa” se refiere al uso de un método de medicina no convencional en lugar de la medicina convencional.
Y esta distinción no es baladí, puesto que prescindir de la llamada medicina convencional, en particular cuando se trata de enfermedades graves, es negar la enorme base científica que la sustenta para confiar en tratamientos alternativos que en ningún caso se apoyan en evidencias empíricas reproducibles; es decir, en sentido estricto es rechazar la ciencia para abrazar la magia.
No obstante, tampoco es razonable poner en el mismo saco a un amplio elenco de técnicas muy diversas, algunas de las cuales, a nuestro entender, tienen cabida como complementarias o integradas con la medicina convencional, ya que, si bien su posible eficacia no ha sido contrastada, se sustentan en una cierta plausibilidad biológica y, cuando menos, contribuyen a mejorar la autoestima y el bienestar de los pacientes de forma evidente.
En primer lugar está la nutrición, ya que, además de sustentarse en una sólida plausibilidad biológica, cuenta con indiscutible base empírica para el tratamiento y prevención de diversas enfermedades como son, entre otras, la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, la celiaquía e, incluso, la prevención de diversos tipos de cáncer.
También está probado que practicar mindfulness asiduamente, esto es, adquirir el hábito de meditar un rato cada día, además de potenciar la capacidad de concentración voluntaria, reduce el nivel de estrés y la percepción de dolor, y contribuye a mejorar la ansiedad y la depresión. Es, pues, una práctica muy recomendable para quiénes padezcan enfermedades crónicas que también beneficiará a las personas sanas que la practiquen.
No se dispone de evidencias empíricas que sustenten el supuesto efecto saludable de la hidroterapia, la masoterapia, la musicoterapia, la aromaterapia y demás terapias obviamente inocuas y que, como mínimo, proporcionan cierto placer y bienestar a quién las recibe; lo que siempre es muy de agradecer, sobre todo porque la medicina convencional tiende a centrarse exclusivamente en indicar técnicas diagnósticas más o menos invasivas y a prescribir fármacos, dejando de lado las demás dimensiones de la enfermedad que, por lo común también impactan a los pacientes de forma determinante.
En cambio, la terapia neural que consiste en inyectar un anestésico local en concentraciones bajas en determinadas zonas del cuerpo al objeto de restaurar los potenciales eléctricos en la membrana celular carece de plausibilidad biológica y de evidencia empírica. De hecho, el 27 de abril de 2016 Pubmed no contenía ninguna referencia bibliográfica que evaluara la eficacia de esta técnica.
Y respecto a la homeopatía qué decir. El mero sentido común y, por añadidura todos los conocimientos científicos disponibles en la actualidad conducen a concluir que el agua no tiene “memoria” y que, por tanto, diluir un principio activo en partes por billón o menos, en el mejor de los casos, es atribuirle poderes curativos al agua destilada o al alcohol. Ergo, la homeopatía es un fraude sin paliativos cuya vigencia solo se justifica por los muchos intereses económicos que la sostienen.
Finalmente, señalar que no disponemos de datos objetivos que nos permitan valorar la eficacia de la medicina china -acupuntura incluida-, ni de la medicina ayurvédica, dado que ambas comprenden a su vez un conjunto de técnicas y remedios que deberían ser objeto de evaluación independiente. No obstante, en ningún caso deberían ser consideradas alternativas a la medicina occidental convencional. Como mucho, pueden considerarse como complementarias y siempre con consentimiento médico; puesto que, aun con todas sus limitaciones, la medicina convencional posee la mayor capacidad diagnóstico-terapéutica que el ser humano ha sido capaz de inventar.