¡Felices vacaciones!

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Recuperar el control del tiempo propio, relajarse, leer, acaso convivir más con la familia, viajar, ir a la playa, reencontrarse con la naturaleza, practicar deporte, disfrutar de los amigos, o, sencillamente, holgazanear y dejarse ir en el dolce fare niente son sólo algunas de la infinidad de actividades a las que pueden dedicarse unos bien merecidos días de vacaciones. Es tiempo de abandonar las preocupaciones cotidianas y pasarlo bien.

Sin embargo, las vacaciones se acompañan con frecuencia de cambios sustanciales, cuando no radicales, en el ritmo de vida, la alimentación, el ejercicio físico e, incluso, el lugar donde habitamos; y todo ello, además de nuevas experiencias, también entraña ciertos riesgos para la salud que conviene conocer, si más no, para minimizarlos.

  1. Lo primero –básico- es desconectar del trabajo y de todas sus pompas: PC, tabletas, smmartphones y de cuantos artilugios electromagnéticos compartan nuestras vidas; porque, más allá de las innegables ventajas que nos proporcionan,  también nos infoxican,  interfieren nuestros procesos biológicos y, poco a poco, nos están convirtiendo en clones de Matrix. Pero que nadie se asuste. La sugerencia es solo darse un respiro, de pasar unos días en la pura y simple realidad física; nada más. Mal no puede hacer.
  2. Salvo que se viaje al hemisferio sur, en agosto es importante protegerse de del sol. Y para eso está la ropa, los sombreros, las gafas oscuras, los fotoprotectores (mínimo FPS 15) y, por supuesto, una buena sombra. En los tiempos que corren, tostarse desnudo al sol no es una buena idea; y ni se diga en una playa tropical entre 10 de la mañana a 5 de la tarde, que es cuando más pegan los rayos ultravioletas. Cuidado, pues, con las quemaduras y las insolaciones; porque, incluso, pueden ser mortales.
  3. En cualquier circunstancia, hay que mantenerse bien hidratado; y para ello, no hay nada mejor que beber agua de buena calidad en abundancia –mínimo de 1,5-2 l/día. Para quitar la sed funciona mucho mejor que cualquier bebida alcohólica o refresco edulcorado, diga lo que diga la publicidad. Seguro.
  4. Las comilonas hipercalóricas se deben evitar en lo posible, sobretodo, las nocturnas. Al contrario, hay que procurar que las ensaladas variadas, las sopas de verduras frías (gazpacho, salmorejo, etc.), la fruta de temporada en cualquiera de sus muchas y jugosas variedades y las verduras poco cocinadas en cantidades moderadas predominen en la alimentación veraniega; aunque eso sí, cuidando que no estén contaminadas.
  5. Cuando no se está a lo largo del año en buena forma física, someter el cuerpo a esfuerzos desmesurados de repente o practicar deportes extremos sin el entrenamiento apropiado son auténticas majaderías; es decir, ganas de echar a perder estúpidamente unas buenas vacaciones. Por supuesto que hacer ejercicio es muy sano; pero con moderación proporcional a las condiciones físicas de cada quien. O sea que nada de pasarse.
  6. Cuidado con ciertos insectos. Algunas especies no sólo son molestas, sino que también pueden transmitir enfermedades graves, sobretodo, en países tropicales. Ergo, importante vacunarse si procede; y de todos modos, en zonas rurales es imprescindible ir armado con un arsenal de repelentes y dormir siempre bajo la protección de buenas mosquiteras. Como mínimo.
  7. Tal vez no haya nada más saludable en esta vida que el sexo; y desde luego, las vacaciones invitan a practicarlo con más asiduidad de la habitual. No obstante, en caso de relación sexual ocasional es de una insensatez extrema hacerlo sin condón. Usados correctamente, los preservativos funcionan razonablemente bien como contraceptivos; pero además, minimizan el riesgo de contagio de SIDA, hepatitis C y demás enfermedades de transmisión sexual. No olvidar nunca, ni bajo los efectos del alcohol.
  8. Siempre es recomendable viajar con un botiquín que, al menos, pueda resolver mareos, dolores de cabeza, picadas de insecto, alergias, diarreas, fiebre, llagas, rozaduras y heridas leves; pero desde luego, es imprescindible si se padece alguna enfermedad. En este caso, además, conviene llevar suficiente cantidad de medicamentos y disponer de algún seguro de asistencia médica válido allá donde se vaya. Por si las moscas.
  9. En caso de emprender un viaje largo en avión o autobús es conveniente prevenir el llamado síndrome de la clase turista. Para ello, además de mover manos, brazos, piernas y pies de vez en cuando, solo hay que levantarse cada cierto tiempo y darse un garbeo por el pasillo. En verdad cuesta poco.
  10. Y finalmente, tampoco hay que olvidar que, más pronto que tarde, tocará regresar de nuevo a la rutina; y esto, es claro, también precisa cierto entreno. Por tanto, es aconsejable reservar algún que otro día para recuperar horarios, ritmo de comidas y mentalizarse; pues, llegados a este punto, lo más inteligente es alegrarse por lo mucho o poco disfrutado y, ante todo, no dejarse caer en una depre postvacacional. Es tiempo perdido. Al fin y al cabo, además de necesario, trabajar también es una fuente importante de gratificación personal, incluso más allá del dinero que nos proporciona.

Carpe Diem!