Cáncer y alimentación: mitos y realidades

Vaya por delante que todos los estudios solventes que se han publicado sustentando el impacto de la alimentación en el cáncer son de carácter preventivo; es decir, por ejemplo, la dieta occidental predominante, excesiva en azúcares y proteínas pero escasa en fruta, verdura y fibra alimentaria se asocia con la epidemia de cáncer de los países occidentales y, en contrapartida, adoptar una dieta variada en nutrientes, escasa en proteínas animales y rica en enzimas naturales y antioxidantes se asocia a una reducción del riesgo a padecer, al menos, ciertos tipos frecuentes de cáncer. No obstante, una vez se ha enfermado no hay evidencias sólidas que permitan afirmar que el consumo de determinados alimentos frenen la evolución de la enfermedad.
Dicho esto, lo que sí está claro es que las “dietas milagro” con propiedades curativas, lamentablemente, no existen y, la gran mayoría son, además, muy poco saludables. En sentido estricto, las dos únicas dietas que, aún sin disponer de evidencias científicas sólidas, se sustentan, al menos, en cierta plausibilidad biológica son la dieta alcalina y la dieta cetogénica.
El fundamento de la dieta alcalina reside en una evidencia empírica: las células cancerígenas se reproducen mejor en un medio ácido y requieren mayor cantidad de azúcar que las células sanas. Por tanto, dicha dieta consiste en suprimir el azúcar y los cereales refinados, ya que, también provocan rápidos y elevados picos de glucemia, reducir/ suprimir al máximo las proteínas de origen animal (lácteos incluidos), ya que son muy acidificantes, y consumir preferentemente frutas (sandías, manzanas, pomelo, limón, frutos rojos y cocos frescos), vegetales (brócoli y verduras crucíferas en particular, zanahorias, setas, etc., legumbres (principalmente azukis y soja no transgéncia), proteínas de origen vegetal (algas en particular) y demás alimentos alcalinizantes (vinagre de manzana, polen de abeja, jugos frescos de frutas, jugos de vegetales, lecitina, agua mineral, ají, canela, curry, jengibre, miso, mostaza, sal de mar, tamari y, en general, todas las hierbas incluyendo la estevia).
En contrapartida se trata de reducir drásticamente el consumo de alimentos acidificantes como son ciertas frutas (ciruela pasa, jugos procesados de frutas y ciruelas), verduras (espinacas y guisantes), frijoles (salvo los azukis), patatas sin piel, chocolate, cereales (maíz, avena, centeno, arroz -refinado e integral- y pasta de trigo), lácteos (leche, la mayoría de los quesos de vaca, los quesos de cabra y los quesos procesados), frutos secos (cacahuetes, nueces del Brasil, tahina y anacardos), proteínas animales (carne de ternera, carne de cerdo, mariscos, pavo, pollo, cordero y pescado blanco), todas las bebidas alcohólicas y toda clase de productos químicos (aspartamo , drogas sicodélicas, pesticidas, herbicidas, etc.)
Por su parte, la hipotética eficacia de la dieta cetogénica se basa en el hecho de que las células cancerosas solo son capaces de obtener su energía metabolizando hidratos de carbono, mientras que las células sanas también pueden hacerlo a partir de elementos procedentes de la metabolización de las grasas. No obstante, se trata de una dieta nutricionalmente muy poco equilibrada que, además de no ofrecer ninguna garantía de éxito (tiene tantos defensores como detractores), requiere de estrecha supervisión médica, ya que puede producir episodios de hipoglucemia que pueden llegar a ser graves.
Finalmente, conviene destacar algunos alimentos que contienen substancias anticancerígenas empíricamente demostradas “in vitro” y en experimentación animal. Son las siguientes:
- Apigenina: Es abundante en el apio y el perejil. Mejor consumirlos crudos, ya que la cocción destruye el principio activo
- Ácido elágico: Se encuentra en los frutos rojos en general, y en la granada, las moras y las frambuesas en particular
- Licopeno: Muy abundante en los tomates
- Omega 3: Abunda en los pescados azules (sardinas, caballa, atún, anchoas, etc.), en las semillas de chia, de lino, nueces, etc
- Cúrcuma: por su demostrado efecto antiinflamatorio que se potencia combinándola con la pimienta negra